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En ese otro camino

El camino no elegido

Dos caminos divergieron en un bosque dorado,
y yo sufrí por no poder viajar por ambos.
Siendo un viajero solitario, permanecí ahí un largo rato
y miré por uno tan lejos como pude y con algo de arrebato,
hasta donde se sesgaba en la espesura.
Pero luego tomé el otro, igual al primero en belleza,
y me parece que tal vez elegí con certeza,

porque en él la hierba era tupida y anhelaba ser pisada
a pesar de que en aquella encrucijada
los que habían pasado los habían desgastado casi por igual.

Y aquella mañana los dos yacían de forma similar,
ninguna pisada había ennegrecido totalmente las hojas.
Pero ¡dejé el primero para otro día!
Y sabiendo cómo el camino nos lleva por la vida,
dudé si alguna vez regresaría.

Diré esto con un suspiro
a siglos y siglos del camino;
dos caminos se separaron en un bosque, y yo…
yo tomé el menos transitado,
y eso marcó la diferencia.

Robert Frost

Tweet: «Dos caminos se separaron en un bosque, yo tomé el menos transitado y eso marcó la diferencia» Frost http://bit.ly/2i4PF4e @ElisabethLahoz

 

 

Bajo mi mirada, cada camino de Frost representa un prototipo de persona. Aquella que cree firmemente en la idea de que el Estado, el gobierno, para el que directa o indirectamente trabaja, la sociedad o su empresa han de ocuparse de ella y de sus necesidades; y la que decide optar por la independencia, no solo en el aspecto económico, y critica aquello de «tengo derecho a». La primera se preocupa por la estabilidad de su empleo, por su cotización, por sus vacaciones y días de permiso, etc. La segunda, por cómo tener control sobre todo ello sin que otros lo dispongan. Ésta quizá sea una visión algo generalizada, pero el resumen básico es ese.

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Ambas ideas son plausibles y cada individuo debe encontrar su «fórmula». Aunque, evidentemente, la primera es la más extendida, la más arraigada en nuestra sociedad. «Estudia y saca buenas notas para después encontrar un buen empleo que pague tus facturas y tu jubilación». Sin lugar para decidir, para la diversión o la creatividad. Un camino preestablecido, recto y seguro. Pero que conduce a la sociedad a la inevitable desazón que genera la rutina, levantarte día tras día durante los próximos 30 o 40 años sabiendo exactamente cómo será tu jornada.

Escribo estas palabras instantes después de concluir la lectura de Padre Rico, Padre Pobre. Efectivamente, no ha hecho más que afianzar mi pertenencia, o al menos mi intención de pertenecer, a la segunda clase. Pues siempre me he sentido inclinada, como seguro muchos de los que estén leyendo esto, hacia el pensamiento o modo de vivir «independiente» de esas otras personas. Gente que osa modificar las reglas, que trata de cambiar aquello que los demás dan por supuesto. Que se detiene en esa bifurcación y formula la pregunta: ¿qué sucedería si hago lo contrario?

Porque con Robert Kiyosaki difiero en querer comprarme un Porsche pero coincido en que precisaré de «inteligencia financiera» para lograr mis objetivos, con esto último me quedo por encima de todo lo demás. Con no conformarse con ir por el primer camino porque es el más transitado y porque, al fin y al cabo, así nos lo enseñaron. Con la curiosidad de querer comprobar qué hay en el segundo. Pese a que implique un esfuerzo mayor el decidir y no dejarse llevar por la comodidad de que otros lo hagan por ti.


Pues el segundo camino resulta intrigante, emocionante e infinitamente más entretenido. Porque es un proceso de aprendizaje continuo y fascinante. Como Kiyosaki dice: «porque, muy a mi discreta manera, me gustaría ser parte de esta inusitada evolución de la humanidad: la era en que los humanos trabajan sólo con sus mentes y no con sus cuerpos. Además, ahí es donde está la acción. Esto es lo que está sucediendo. Está de moda. Es aterrador. Y muy divertido».

«Soy un idealista. No sé dónde voy pero estoy en el camino»

Carl Sandburg

Tweet: «Soy un idealista. No sé dónde voy pero estoy en el camino» Carl Sandburg http://bit.ly/2i4PF4e vía @ElisabethLahoz

 

Fuente fotografía: Elisabeth Lahoz, Irlanda.

 

Acerca de la autora:

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Me llamo Elisabeth Lahoz, soy redactora freelance y ambientóloga. Escribo para ganarme una vida a mi manera.

Si lo deseas, puedes contactar conmigo en TwitterLinkedInGoogle Plus o mediante correo electrónico.

 

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Normalmente buscamos un trabajo y, en base a este, organizamos el resto de aspectos que conforman nuestra vida: lugar de residencia, compañeros/amigos, horarios… Pero, ¿no sería más razonable decidir en primer lugar qué quieres y después dar con el trabajo que te permita conseguirlo? Y en esta ocasión digo «dar», y no «buscar», porque es posible que ese trabajo no exista y tengas que crearlo tú.

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Para lo anterior me baso en una frase que leí, no recuerdo dónde (es lo que tiene leer tanto libro, e-book, manual…), que en realidad no me reveló nada que en el fondo no supiese, pero que me impactó. Decía algo así: «El 95% de la población dedica más tiempo a planear sus vacaciones que a planear su vida». Vamos, que la inmensa mayoría dedica días a decidir dónde irá en sus cuatro semanas de «libertad» y no es capaz de pararse a pensar durante una hora qué desea para su futuro.

Tratando de construir esa vida propia, en la que mi trabajo no sea más que un medio para lograrla, inicio la lectura de los que, según he podido comprobar, son las «biblias» para todo aquel que quiere vivir de otra manera, controlando sus finanzas y evitando que sean éstas las que lo controlen a él. Esos libros no son otros que Padre Rico, Padre Pobre y La semana laboral de 4 horas.

Tan solo ojeándolos, mis neuronas se han ido ya por las ramas alrededor de otra frase, esta vez escrita en el libro de Kiyosaki:

«La ignorancia se impone cuando la gente deja de buscar información y de tratar de conocerse a sí misma. La batalla es una decisión que se toma en un instante y consiste en aprender a abrir o cerrar la mente».

En mi búsqueda de la excelencia, que no perfección, trato de leer, escribir todo lo posible, indagar, consultar a personas que saben más que yo… A veces caigo en el error de querer saberlo todo antes de empezar, y cuanto más hago más me inunda la impresión de que no sé nada. Pero si paro, si dejo de alimentar mi curiosidad y de conocerme a mí misma… pues eso, se impondrá la ignorancia.

Y tú, ¿los has leído? ¿Qué te han enseñado?

 

Fuente fotografía: Elisabeth Lahoz

 

Acerca de la autora:

elisabethlahoz-laredactorambientalMe llamo Elisabeth Lahoz, soy redactora freelance y ambientóloga. Escribo para ganarme una vida a mi manera.

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El 12 de febrero se conmemora el nacimiento de Charles Darwin. Decía este célebre naturalista «No es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la más receptiva al cambio».

A diario hablas con familiares, amigos… con personas que te dicen, te aseguran, que la situación: «Bueno, será algo provisional. Pronto todo esto acabará y volveremos a la normalidad». Pero yo sé que la «normalidad» ya no existe. La fiesta terminó, una fiesta que se nos fue un poco de las manos, y ahora toca el turno a las consecuencias.

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En estos momentos, estos años de incertidumbre, cobran más sentido que nunca las palabras «buscarse la vida». Eso es lo que, para bien o para mal, hemos de hacer en adelante. ¿Compadecerse de uno mismo porque nos tocó vivir este período o ver la dificultad como oportunidad?

No pretendo aquí ser condescendiente ni llenar este post de ideas, recomendaciones que se nos repiten hoy hasta la saciedad en medios de comunicación, redes sociales… Es una época de cambios, sí. Pero, ¿cambios en un contexto negativo o positivo? Tú y sólo tú eliges.

Lo cierto es que sólo en crisis somos capaces de sacar lo mejor, de ser creativos, innovadores… Despertamos aptitudes, habilidades que de otro modo hubiesen permanecido dormidas. Es necesario llegar a los extremos, hasta donde corremos el riesgo de precipitarnos, para apreciar la firmeza del centro.

Es posible que aquellas personas que me aconsejan desde su área de confort, en la seguridad de su sueldo a fin de mes, en lo estable de comer con la familia los domingos… no tengan la oportunidad de experimentar la eterna libertad, el orgullo que al final del día aparece por haber salido ahí a convencer con lo mejor de ti y haberlo logrado hoy un poquito más que ayer.

Quizá la locura no es tan mala, probablemente sea la única forma de comprender.

 

Fotografía: Charles Darwin, 1869.

 

Acerca de la autora:

elisabethlahoz-laredactorambientalMe llamo Elisabeth Lahoz, soy redactora freelance y ambientóloga. Escribo para ganarme una vida a mi manera.

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